domingo, 11 de noviembre de 2012

LA AUTORIDAD DEL EDUCADOR Y EL AUTORITARISMO:


    Ser profesor supone trabajar con un rol de autoridad más o menos reconocida, esto supone todo un reto para alguien que crea que las relaciones entre personas deban ser relaciones en donde la igualdad y los vínculos comunes de fraternidad sean los valores prioritarios. La pregunta es si es posible autoridad sin autoritarismo.
    Mi respuesta es que sí pero, desde luego, es difícil en el sistema educativo actual. Reconocemos la autoridad de un poeta por su creación, la de un médico por su ciencia y la de un carpintero por su técnica. Si construimos una casa y un arquitecto nos dice que un determinado muro no soportará el peso de la estructura, no lo consideramos una orden ni un ataque a nuestra independencia, más bien, si somos sensatos, atenderemos las sugerencias y obedeceremos las directrices marcadas por el que sabe. Aunque el arquitecto y el médico no tengan autoridad para castigarnos ni recriminarnos nuestros actos, su autoridad es reconocida por su racionalidad. Obedecemos cuando sabemos que lo que se nos dice está basado en el conocimiento y redunda en nuestro bien.     Desde esta perspectiva sería fácil considerar al profesor como una de estas autoridades que son reconocidas como idóneas en base a su conocimiento. Sin embargo, el actual sistema de enseñanza obligatoria hace que el rol del profesor se contamine con el de carcelero. El maestro no es solo el que enseña sino aquel que vigila para que a los que enseña no se escapen. No sé cuando empezó a desarrollarse esa estúpida idea de la educación obligatoria pero, desde luego, no me imagino al maestro iniciático, al maestro cazador o al maestro herrero de las culturas primitivas perseguir a sus discípulos para que le atendiesen. Tampoco el filósofo como pedagogo en el mundo antiguo era carcelero de sus propios alumnos. De aquí viene que la relación profesor-alumno se convierta en una oposición y no en dos figuras que se auto complementan.     Es posible ser profesor con autoridad y sin autoritarismo, lo que es difícil es serlo en un sistema pedagógico que desprecia tanto al alumno que lo convierte en un preso y un espectador pasivo de conocimientos, un sistema que desconoce  tanto la figura de profesor que lo convierte en un celador de menores. Como sobrevivimos para no perder el alma, para no enrocarnos en el papel de carceleros; o como día a día dejamos de lado nuestro papel de guardián y asumimos el de maestros todo lo que los sistemas de control del Estado nos dejan es, tristemente, también la labor del educador actual.
    Desde esta perspectiva sería fácil considerar al profesor como una de estas autoridades que son reconocidas como idóneas en base a su conocimiento. Sin embargo, el actual sistema de enseñanza obligatoria hace que el rol del profesor se contamine con el de carcelero. El maestro no es solo el que enseña sino aquel que vigila para que a los que enseña no se escapen. No sé cuando empezó a desarrollarse esa estúpida idea de la educación obligatoria pero, desde luego, no me imagino al maestro iniciático, al maestro cazador o al maestro herrero de las culturas primitivas perseguir a sus discípulos para que le atendiesen. Tampoco el filósofo como pedagogo en el mundo antiguo era carcelero de sus propios alumnos. De aquí viene que la relación profesor-alumno se convierta en una oposición y no en dos figuras que se auto complementan.
    Es posible ser profesor con autoridad y sin autoritarismo, lo que es difícil es serlo en un sistema pedagógico que desprecia tanto al alumno que lo convierte en un preso y un espectador pasivo de conocimientos, un sistema que desconoce  tanto la figura de profesor que lo convierte en un celador de menores. Como sobrevivimos para no perder el alma, para no enrocarnos en el papel de carceleros; o como día a día dejamos de lado nuestro papel de guardián y asumimos el de maestros todo lo que los sistemas de control del Estado nos dejan es, tristemente, también la labor del educador actual.
    Mi respuesta es que sí pero, desde luego, es difícil en el sistema educativo actual. Reconocemos la autoridad de un poeta por su creación, la de un médico por su ciencia y la de un carpintero por su técnica. Si construimos una casa y un arquitecto nos dice que un determinado muro no soportará el peso de la estructura, no lo consideramos una orden ni un ataque a nuestra independencia, más bien, si somos sensatos, atenderemos las sugerencias y obedeceremos las directrices marcadas por el que sabe. Aunque el arquitecto y el médico no tengan autoridad para castigarnos ni recriminarnos nuestros actos, su autoridad es reconocida por su racionalidad. Obedecemos cuando sabemos que lo que se nos dice está basado en el conocimiento y redunda en nuestro bien.



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